domingo, 31 de octubre de 2010

Texto 1

LA ACTITUD CIENTIFICA COMO ESTILO DE VIDA

Las circunstancias de nuestro trabajo pueden determinar la necesidad de realizar una mayor o menor cantidad de investigaciones, pueden exigirnos un mayor o menor nivel técnico-científico; pero de lo que no podemos eximirnos nunca es de asumir una actitud científica como actitud presente en todas las manifestaciones de nuestra vida y como antesala para aprender a vivir con sabiduría.

Este capítulo no se trata tanto de adquirir conocimientos, más bien de sensibilizar para asumir una actitud vital que se deriva de la insaciable búsqueda de verdad y de la permanente problematización de la realidad. Cinco grandes cuestiones ponemos a consideración:

1. La esencia de la actitud científica: búsqueda de la verdad y curiosidad insaciable.
2. Formas de ser que expresan una actitud científica.
3. Obstáculos al desarrollo de una actitud científica.
4. La ética de la investigación.
5. La actitud científica como proyecto y estilo de vida.

Si el lector cuenta entre sus conocidos a algún eminente hombre de ciencia, acostumbrado a la más minuciosa precisión cuantitativa en los experimentos y a la más abstrusa habilidad en las deducciones de los mismos, sométalo a una pequeña prueba que muy probablemente dará un resultado instructivo. Consúltele sobre partidos políticos, teología, impuestos, corredores de rentas, pretensiones de las clases trabajadoras y de otros temas de índole parecida, y es casi seguro que al poco tiempo habrá provocado una explosión y le oirá expresar opiniones nunca comprobables con un dogmatismo que jamás desplegaría respecto a los resultados bien cimentados de sus experiencias de laboratorio.

Este ejemplo demuestra que “la actitud científica es en cierto modo no natural al hombre" Bertrand Russel.

1. LA ESENCIA DE LA ACTITUD CIENTÍFICA: BÚSQUEDA DE LA
VERDAD Y CURIOSIDAD INSACIABLE.
Una persona puede haber adquirido una buena formación teórica y una buena formación sobre métodos y técnicas de investigación social y, sin embargo, ciertas actitudes vitales y ciertas características de su personalidad pueden constituir un obstáculo para la investigación. De ahí la necesidad de asumir una actitud científica, no como forma de ser para cuando "se hace ciencia", sino como actitud vital en todas las circunstancias y momentos de la vida. Esto es lo que llamamos la actitud científica como estilo de vida. ¿Qué es y en qué consiste esta actitud científica? En términos generales, puede definirse como la predisposición a "detenerse" frente a las cosas para tratar de desentrañarlas. El trabajo científico, en lo sustancial, consiste en formular problemas y tratar de resolverlos. Es lo que algunos llamaron "reflejo del investigador" y que Pavlov denominó reflejo "qué es esto?". Este interrogar e interrogarse orienta y sensibiliza nuestra capacidad de detectar, de admirarse, de preguntar. “¡Oh, la nefasta inercia mental, la inadmirabilidad de los ignorantes!”, Exclamaba Ramon y Cajal a aquellos que eran “incapaces de detenerse junto a las cosas, de admirarse y de interrogarlas".
Ahora bien, esta capacidad de admiración e interpelación ante la realidad exige dos atributos esenciales: búsqueda de la verdad y curiosidad insaciable.
Consagrarse a la búsqueda de la verdad es el punto de arranque desde el cual es posible asumir una actitud científica, o sea, es preguntarse y realizar el esfuerzo de resolver, con el máximo rigor, las cuestiones planteadas como problemas.
Quien no busca la verdad es porque se cree en posesión de ella, consecuentemente nada tiene que encontrar y nada tiene que aprender. Los “propietarios de la verdad absoluta" son unos necios en su seguridad pues tienen la desgracia de ignorar la duda. Desde esa “instalación" es imposible el menor atisbo de actitud científica, que es, sobre todo, actitud de búsqueda. El científico - lo decía Claude Bernard en 1865- es el que pasa "de las verdades parciales a las verdades más generales, pero sin pretender jamás que se halla en la verdad absoluta" El buscador de la verdad sólo se instala en la dinámica de la provisoriedad, lo que quiere decir que es un buscador “desinstalado”, ya que sus conclusiones científicas siempre son relativas y nunca son definitivas.
La curiosidad insaciable, en cuanto a interrogación permanente de la realidad, es el reverso de lo anterior. Ningún científico auténtico, ningún investigador consciente de su labor puede decir que su búsqueda ha terminado. El científico es insaciable en su curiosidad, sabe que ante sí tiene un océano inexplorado. No hay límites para esa curiosidad, porque la verdad científica es dinámica y las verdades que se adquieren son parciales, siempre sujetas a corrección.
De ahí que la actitud de búsqueda y de curiosidad insaciable lleva a una permanente “tensión interrogativa", abierta a la duda y al reexamen de lo ya descubierto e interpelada por lo que no se conoce. El pensamiento científico, decía Bachelard "es un libro activo, un libro a la vez audaz y prudente, un libro del que quisiéramos dar ya una nueva edición mejorada, refundida, reorganizada. Se trata realmente del ser de un pensamiento en vías de crecimiento". Por eso, la actitud científica es la actitud del hombre que vive en un indagar afanoso, interpelado por una realidad a la que admira e interroga. Sí un científico dijese:
"hemos llegado a un término ya sabemos todo lo que se puede saber sobre este punto", en ese momento dejaría de ser científico. El investigador es siempre un problematizador.

Búsqueda de la verdad y curiosidad, insaciable conducen a una actitud existencial en la que la vida y la ciencia no se separan. Ambas cosas no sólo no deben disociarse, sino que cada una ha de servir para enriquecer a la otra, teniendo en cuenta que la vida es una totalidad y la ciencia un aspecto de esa totalidad. El núcleo de lo que nosotros queremos expresar en este capítulo es lo siguiente: el que asume una actitud científica tiene un determinado modo de existir, esto es, de estar presente en el mundo y de acercarse a la realidad. Para decirlo en breve: no se puede ser científico (cualquiera sea el campo o especialidad) y luego "andar por la vida" respondiendo a otros problemas con “lugares comunes, opiniones superficiales, explicaciones mágicas”. Tampoco se puede tener una actitud científica y la fe del carbonero, adhiriéndose a doctrinas.
Este modo de ver las cosas es lo que los antropólogos han denominado etnocentrismo, indicando con este término una visión de la realidad distorsionada por la mirilla de los valores culturales del propio grupo, pues se trata de un modo de "ver" las otras sociedades partiendo del supuesto de que las propias pautas culturales constituyen la forma correcta de pensar y de actuar. La manera concreta como cada cultura condiciona la manera de ver la realidad da lugar a diferentes y variadas formas de provincialismo cultural.
LA ÉTICA DE LA INVESTIGACIÓN
Es un aspecto al que a menudo no se le presta bastante atención. Para algunos el hacer ciencia aparece como algo neutro, sin connotaciones teológicas, éticas, políticas e ideológicas… Como si la ciencia estuviese más allá del bien y del mal, y como si el científico pudiera prescindir de toda postura moral.
Comenzamos nuestro análisis por aquellos aspectos que, según Baveridge, son esenciales en la ética de todo científico:
• Reconocimiento de los trabajos que han sido utilizados para obtener información y de cualquier persona que haya colaborado en el trabajo.
• No utilizar ideas o resultados preliminares ajenos que se hayan dado a conocer en una conversación, sin permiso para hacerlo.
• No usurpar, calificando como propio, el trabajo que sólo se ha supervisado como director de un instituto, presentándole como coautor y colocando su nombre en primer lugar.

La ciencia no es valor supremo del hombre. Por consiguiente, recordamos con Bertrand Russell, “para que una civilización científica sea una buena civilización, es necesario que el aumento de conocimiento vaya acompañado de un aumento de sabiduría. Entendiendo por sabiduría una concepción justa de los fines de la vida. Esto es algo que la ciencia por sí misma no proporciona. El aumento de la ciencia en si mismo no es, por consiguiente, bastante para garantizar ningún proceso genuino, aunque suministre uno de los ingredientes que el progreso exige…”. “La gente normal condena la separación absurda de la ciencia y la sabiduría, en el sentido más clásico de la palabra. Se trata, en suma, de una clara separación, que además cada vez es mayor, entre la inmensidad de los medios puestos a su disposición y su impotencia para subordinarlos con fines humanos y no claramente irracionales, como ocurre por ejemplo con la carrera armamentista”.


Ronald Raul Bello Doria
Tutora: Sandra Polo
Admon Salud III
Informática II

Taller: Un texto libre con letra Arial |4 negro subrayado, justificado, fondo de color.

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